SOLO AMADOS, NO MALTRATADOS
Según un informe de Medicina Legal referenciado por el movimiento Acción Corazón, cada día en Colombia cincuenta niños son víctimas de abuso sexual. ¡Aterrador! Si fuera uno solo sería igualmente doloroso, pero la cantidad toma visos de epidemia, y sin contar los casos no denunciados.
¿Qué nos pasa? ¿De qué está hecha una sociedad en la que quienes fungen de papás, padrastros, tíos o “amigos” de la casa abusan de los niños de todas las maneras posibles, a veces hasta matarlos?
¿Por qué cerramos los ojos, los oídos y la boca ante situaciones tan dramáticas? ¿Por pena de un escándalo familiar, por miedo del agresor? ¿Por qué no les creen a muchos niños que se atreven a contar lo que les está sucediendo? ¿Por qué no vemos las señales y los comportamientos extraños de los chicos abusados? Muchas preguntas, mucha impotencia, mucha rabia y hasta intentos de linchamiento cuando se conoce un nuevo abusador, pero en cuestión de días se nos pasa, hasta que sabemos de otro y… vuelve y juega.
¿Por qué los dejamos solos? Los niños salen del colegio y llegan, si acaso, a la casa de la abuela o de algún vecino cercano porque en la suya, si la tienen, no hay quién los espere. O todo lo contrario: viven familias extensas, hasta quince personas en la misma casa, pero nadie se ocupa de nadie. Muchos papás no asumen ningún tipo de responsabilidad con sus hijos y los dejan a merced de lo que la sociedad quiera hacer con ellos.
Pero, además, hay complicidad entre los abusadores y algunas madres, por miedo al abandono o porque el abusador es el proveedor económico de la casa y denunciarlo puede dejar a la familia sin sustento. Y como si no fuera suficiente, también hay fiscales que insinúan que las niñas abusadas se lo buscaron “por su forma de vestir o de caminar”.
Los niños abusados, de ambos sexos, pueden manifestar algunos comportamientos anormales: los niños maltratan a las niñas. No aceptan la autoridad femenina, como si vieran en cada mujer a la mamá que no les creyó. Empiezan a tocar a los niños en sus partes íntimas, repitiendo las conductas del abusador. A veces se masturban a la vista de todos. Se tornan muy callados y huelen mal, porque dejan de bañarse, lo que genera rechazo por parte de sus amigos, para acabar de ajustar.
El Centro de Atención Integral a Víctimas de la Violencia Sexual, Caivas, del ICBF, es el encargado de adelantar procesos de restablecimiento de derechos y de ofrecer asistencia legal, psicosocial y terapéutica a los niños abusados sexualmente, a través de trabajadores sociales, psicólogos y defensores de familia. Pero como para avispados nadie nos gana, a veces pasa que cuando se descubre un caso, por ejemplo en un colegio, al niño lo trasladan a otra institución o lo desescolarizan, porque los papás no tienen tiempo “para bobadas” o porque no están dispuestos a entregarlo a Bienestar Familiar ni mucho menos ir a una cárcel, por acción u omisión.
¿Hasta cuándo nos vamos a quedar patinando en la indignación y gritando que se haga justicia? Precisamente justicia es lo que no hay. Necesitamos acciones contundentes, leyes ídem, presupuesto suficiente, campañas, educación y el compromiso de todos para que nuestros niños no sean víctimas de nada ni de nadie a ninguna edad en la que, por derecho, deberían ser solo amados.