El Rincón de Elbace Restrepo


Elbacé Restrepo
Mayores en paños menores
Elbacé Restrepo | Publicado el 28 de agosto de 2011

El maltrato infantil viene en múltiples presentaciones, pero todas confluyen en el mismo resultado: hacer de la víctima un guiñapo y, de paso, convertirlo en candidato potencial a resentido, fracasado y hasta suicida desde el comienzo de la vida.

Su gravedad no se evidencia solamente en la descarga de una plancha caliente sobre la palma de la mano, ni tampoco en una espalda que confundieron con el cenicero en el que apagaron un cigarrillo muchas veces.

La posología es indiferente: una dosis mínima puede causar el mismo daño que una sobredosis y en ambos casos los efectos colaterales, muchas veces, son irreversibles. ¿Contraindicaciones? ¡Todas!

En nombre de la modernidad se cometen abusos no siempre perceptibles al ojo humano, como el irrespeto por los niños. Está separado del maltrato por un hilo tan delgado que se rompe con mirarlo, pero ambos dejan marcas imborrables que van más allá del inmortal pellizco o de la zarandeada con grito incluido por parte de sus padres.

Algunas personas divorciadas propician una situación más común, más dañina y más dolorosa de lo que parece: En su afán de recomenzar su vida de pareja se ennovian con otro que a su vez tiene hijos. Después del sorteo semanal para ver con quién pasan el fin de semana, a los niños les toca asistir a una obligada «integración familiar» donde consiguen hermanos a la fuerza. No sólo deben fingir que se entienden y que se divierten con esos extraños, sino que, además, los más grandecitos son los niñeros elegidos para los más pequeños. Y deben obedecer a sus papadrastros y mamadrastras sin chistar, mientras ellos derrochan amor.

Si la situación fuera estable, ¡vaya y venga! De hecho hay muchísimas familias ensambladas que aparentemente funcionan bien, pero cuando tiene visos de promiscuidad, a razón de una nueva pareja cada cinco o seis semanas, los niños viven en un limbo de angustia y en unos años, con seguridad, asomarán las consecuencias de una crianza irresponsable y despreocupada.

Cada quien tiene derecho a buscar su felicidad, pero no en detrimento de los hijos. Así me digan cavernícola, no creo que sea prudente, ni conveniente, que los recién enamorados decidan pasar la noche juntos y los niños tengan que sufrir la incomodidad de ver al novio de su mamá desfilando en calzoncillos por toda la casa, tan intimidante como la novia del papá, circulando también casi empelota frente a los menores. ¡Y vaya uno a saber con qué ojos y con qué intenciones!

Conozco niños angustiados que quisieran irse de su casa para no ser testigos de esos romances ocasionales, generadores de momentos inolvidables, pero no por felices sino por tormentosos.

Los hijos no vienen con posibilidades de devolución en caso de estorbo. Anteponer nuestro bienestar al de ellos es una forma de maltrato soterrada, egoísta e inmerecida que más temprano que tarde afectará su bienestar emocional. Antes de invitar a su última conquista a compartir la cama en la casa de sus hijos, póngase en los zapatos de ellos, ¡pa que vea una ampolla!

Acerca de Informativo Publibolivar

me gusta el periodismo, soy integrante de RED ANTIOQUIA y corresponsal de el Periódico El Suroeste, MINUTO30.COM, Publiciclismo

Publicado el 28 de agosto de 2011 en Entradas generales. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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